¿De qué trabajarán mis hijos?

En  2002 comencé a trabajar en una importante empresa en el área de empleos y desarrollo de Recursos Humanos. Estaba todo por hacer. Procedimientos, actualización de  descripción de procesos, funciones y perfiles, armado de bases de datos, informatización, pero no imaginaba que lo más difícil iba a ser el cambio cultural respecto de lo que implicaba ingresar a trabajar en esa organización. Durante décadas, los actuales empleados, sus padres, y en algunos casos me atrevería a decir, sus abuelos “sabían” que por el hecho de ser hijo o familiar de un empleado se ganaba el derecho a ser incorporado a la organización, casi sin otros requisitos.

Todas las expectativas y sobre todo las certezas de esos empleados respecto al futuro de sus hijos estaban ciento por ciento puestas en esa empresa. Si por algún motivo no ingresaban a trabajar allí literalmente en su construcción subjetiva se les terminaba el futuro. Es estaban convencidos de que no había absolutamente ninguna otra posibilidad para sus hijos. Y lo más triste es que muchos de esos hijos lo habían creído también. No había nada más fuera del molinete de acceso a esa empresa, ícono del “trabajo seguro” para esa región. “Fábrica”  era un ente salvador, casi un Dios al que le habían entregado su vida, y ahora también la de sus hijos. Sentí una fuerte necesidad de rescatarlos de esa creencia.  Renuncié a mi trabajo, ya que entendía que no era yo quien podía seleccionar a otros para ingresar o no a una organización. Sentí que tenía que  dedicarme a  abrir horizontes, para que las personas nunca crean que existe una sola posibilidad para su futuro laboral.

Viendo hoy en perspectiva a aquellos años,  siento que tomé el camino correcto pero que debo apurarme, ya que el mundo laboral está cambiando tan vertiginosamente y  no nos estamos dando cuenta porque somos contemporáneos a ese cambio.  Pero sí nos daremos cuenta dentro de 10 años, cuando mi hijo que hoy ingresa a primer grado termine el secundario, y ya no existan el 60% de los trabajos que conocemos hoy.

Hace 15 años no fui consciente de que ya se había desvanecido el concepto de “trabajo seguro” a nivel mundial, no solo en esa fábrica.  Quienes tenemos hijos, alumnos o trabajamos con gente más joven que nosotros, nos urge acompañar en fortalecer la confianza respecto a sus intereses, darles las herramientas para que encuentren su sueño y construyan su vocación, basada en un propósito y en sus fortalezas.  Esa será su única seguridad. Nosotros solamente podemos guiarlos para que  encuentren lo que amen hacer y armen un plan de acción para transformar la pasión en profesión.

El  trabajo del futuro no se genera de forma espontánea, desde ya es una construcción que implica mucho trabajo y esfuerzo, sobre todo porque es desconocido, no está fundado en los mismos cimientos que se fundaron el trabajo de nuestros abuelos, padres y el nuestro. Pero también a diferencia de nuestra generación y las anteriores, hoy hay métodos para que cada persona pueda tener su propia “fábrica”, la que le permita elaborar su carrera laboral. Una profesión basada en su pasión, su arte, su creatividad y  su ingenio con la que podrá contribuir a un mundo fascinante por venir, cuyos horizontes son tan extensos y lejanos que seguramente podrá contenernos a todos, porque va a requerir de todos para construirlo.

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